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El reparador de portillos y calzadas de la antigüedad bíblica era el encargado de tapiar las brechas de los muros, hechas por el enemigo para romper el cerco de las ciudades de Israel con el fin de entrar, asesinar y destruir toda edificación, así como también, de reconstruir los cimientos, las columnas, los muros y los caminos del Santuario terrenal, la edificación más importante de la nación. Reconstrucción que se ejecutaba siempre tras muchos años de haber sido exiliados y en cautiverio por distintas naciones. La razón de la destrucción, destierro y cautiverio de la nación de Israel por otras naciones fueron consumadas como consecuencia directa a la desobediencia de la Ley de Dios.
PROPÓSITOEl Reparador de portillos de la actualidad, como todo aquel que se dedica a esta loable misión, es el encargado de hacer recordar (restablecer en las mentes) el divino código legal y moral antiguo, la base del conocimiento divino y el muro de contención ante el pecado, desterrado de la mente de la persona por el enemigo de Dios para que su entrada a través de la mentira y el pecado logre dominar y finalmente destruirla.
La ley divina por excelencia (La Toráh), la misma de ayer, hoy y siempre, entregada no solo al ser humano sino a todo ser pensante desde antes de la creación del Génesis, y por la cual se rige el reino universal y eterno de Dios, a fin de que todo lo que lo conforma, tanto material como espiritual, se guíe por éstas normas de conducta (incluso su propia fuente divina), porque es únicamente mediante su posesión en la mente y en el corazón (el mandamiento del amor divino), así como su cumplimiento a través de las obras corporales, que todo ser pensante puede alcanzar la justificación, la perfección, y finalmente el premio mayor: la vida eterna, en paz, salud y felicidad sin límites.